‘El ecijazo’, el varapalo que marcó a toda una generación de levantinistas
La temporada 1994-1995 pudo ser grandiosa en la historia del Levante UD pero acabó de la peor manera. En cualquier caso, fue una campaña histórica llena de peculiaridades que conviene recordar para los que lo vivieron y para que los granotas de nueva generación sean conscientes de donde venimos.
Ese año el equipo formaba parte del Grupo III de Segunda División B y afrontaba el enésimo proyecto con el único objetivo de lograr el ascenso a Segunda. El conjunto granota, desde su descenso en la 90-91, no había vuelto a la categoría de plata. Juande Ramos, que había hecho un buen trabajo en el Alcoyano, fue el elegido para sentarse en le banquillo.
La Liga no pudo empezar mejor para el Levante UD que logró 13 victorias en las primeras 13 jornadas, igualando el récord de victorias consecutivas que existía por aquel entonces. Fue uno de los equipos que acabó descendiendo a Tercera División, el Girona, el que frustró la fiesta en lo que se conoció como ‘el día del no récord’. Pero esto lo contaremos otro día.
El equipo de Juande Ramos finalizó la liga como líder destacado de su grupo y llegaba así la temida liguilla de ascenso, que entonces jugaban 4 equipos y únicamente lograba ascender el campeón de dicha liguilla. El Levante quedó encuadrado con el Pontevedra, Numancia y Écija. Curiosamente, el equipo andaluz partía con menos opciones que el resto a priori pero acabó subiendo.
Después de empatar los dos partidos contra el Numancia y vencer uno y empatar el otro contra el Pontevedra, el Levante afrontaba la visita del Écija con la posibilidad de ascender en casa en caso de victoria y podría viajar a tierras andaluzas como equipo de Segunda División. El partido no pudo empezar mejor. Dos goles del hoy entrenador granota Paco López, ponían el 2-0 momentáneo en el marcador con el que se llegaba al descanso.
La grada se frotaba las manos y los Ramón, Carrero, Ballesteros, Masnou, Gallego, Uriz, Herrero, Fabado, Arquero, Eloy y el citado anteriormente Paco López estaban a punto de entrar en la historia del club como los artífices de un ascenso más que necesario para la entidad. Pero lo hicieron por algo bien distinto.
Existen rumores de todo tipo sobre lo que ocurrió en el vestuario en ese tiempo de descanso. Lo que está claro es que el equipo que saltó en la segunda parte no parecía el mismo. En 15 minutos, el conjunto visitante le había dado la vuelta al marcador (2-3) y aún tuvo tiempo de marcar otro gol que dejaba el tanteo final en un 2-4 definitivo que dejó a todos los presentes sin palabras. Poco antes del final del encuentro Paco López fue expulsado por un encontronazo con Zuñiga, con el que volvería a tener más que palabras en la puerta del estadio al salir de las duchas.
El descalabro fue mayúsculo y todavía recuerdo al bueno de Antonio Calpe paseando por el césped con las luces del estadio apagadas dándole vueltas a la cabeza para tratar de entender lo que había sucedido. El Levante había pasado de estar prácticamente ascendido a tener que viajar a Écija con la obligación de ganar para lograr el objetivo, algo que no consiguió ya que el partido de vuelta finalizó con empate a uno lo que significó el ascenso del conjunto sevillano.
Mucho se habló y se sigue hablando sobre aquel partido, pero lo único cierto es que aquel 21 de junio de 1995 pasó a la historia negra del club y marcó a toda una generación de levantinistas a los que, todavía hoy, se nos pone mal cuerpo cuando oímos el nombre de la localidad sevillana de Écija.